PREGÓN DE NAVIDAD
Las Palmas de Gran Canaria
Casa de
Colón, 29 de
noviembre de 2013
“La navidad es el amor expresado, no
el atrezo de una fiesta”
Excelentísimo y Reverendísimo Señor don
Francisco Cases Andreu, Obispo de Canarias.
Ilustrísimas Autoridades, Señor Presidente de
la Asociación de Belenistas Canarios San Juan de Dios, belenistas de Canarias,
familiares y amigos todos.
He de comenzar
expresando mi sincero agradecimiento a la directiva que preside don Vicente
Antonio Díaz Melián, por aceptar la propuesta de don Miguel Rodríguez Díaz de
Quintana y don José Aurelio Rosas-Surís Romero, a la que se debe que yo esté
hoy ante ustedes.
Quiero también
hacer llegar mi reconocimiento a los medios informativos que dan cobertura a
este acto.
Se me hacen
presentes muy gratos recuerdos al ser ésta la tercera vez que ocupo la tribuna
de la Casa de Colón.
No me cansaré de
manifestar que es un inmenso honor para mí poder participar en cualquier acto
que se celebre en esta institución, por lo que representa para todos los
canarios. Además, el simple hecho de acceder a este distinguido edificio, me
lleva inevitablemente a evocar mi pequeña aportación a la cultura colombina.
Precisamente mañana se cumplen diecisiete años del estreno en Sardina del Norte
de una obra teatral de mi autoría, ocasión en la que también asumí la dirección
escénica. Se trataba de Tábata y el Nuevo Mundo. Como parte de
la representación, quedó inaugurado un monumento conmemorativo cuya placa dice
así: Frente a esta Punta de Sardina, el 11 de agosto de 1492,
el Almirante de la Mar Océana don Cristóbal Colón, ordenó que la Pinta quedara
en Gran Canaria para reparar su
timón, mientras Él seguía con la Santa María y La Niña hacia La Gomera, desde
cuya isla y tras una estancia de siete días en Gran Canaria, lanzándose al Mar
Tenebroso en el Viaje del Descubrimiento. Emprendió la aventura que fue
trascendental para la humanidad. (El texto de dicha placa, tiene su autor, y
es del investigador don José de Armas Díaz, que también me honra con su
presencia).
Me enfrento al
gran inconveniente de ser el quinto
orador que se hace cargo de esta recuperación del pregón de Navidad por parte de la Asociación de
Belenistas Canarios ya que los que me han precedido no sólo son personalidades
de alto y reconocido prestigio, sino que sus trabajos son verdaderas lecciones
magistrales, difíciles de superar. Hablo de don Juan José Laforet Hernández,
doña Rosa María Jorge Fierro, don Antonio Cruz Domínguez y don José Ramón Pérez
Acosta. A este último le agradezco de corazón una presentación tan cariñosa que
me ha dedicado.
Cada uno de ellos ha recogido de manera veraz y pormenorizada destacados
aspectos de la Navidad canaria. Cada uno
ha sabido reflejar la belleza de una
tradición extendida por todo el ámbito de nuestras islas. Han recordado a los
belenistas y sus obras más importantes. Han resaltado, con el mayor acierto, el
sentido histórico, religioso y festivo de este día de diciembre. Nos han traído
los testimonios más expresivos de personajes, lugares y anécdotas.
Igual nivel de perfección alcanzaron quienes, según mis datos, fueron los
primeros pregoneros: en 1996 y 1997 el propio don Juan José Laforet Hernández,
Doctor en Historia del Periodismo y en Ciencias de la Información, actual
Cronista oficial de Gran Canaria y, en 1998 el poeta Chano Sosa, licenciado en
Historia del Arte y cronista oficial de la Villa de Agaete. Uno y otro
disertaron en la Plaza de Santa Ana.
¿Qué es lo que quedará por decir?
Muy poco. Pero intentaré no defraudar a quienes me han llamado a
pronunciar estas palabras.
Siempre he creído que, al presentar cualquier festividad, no sólo hay que
hablar con el corazón, sino también llegar al corazón. Por eso, y con la
certeza de que todos comparten conmigo este pensamiento, quiero llevar al
corazón de todos a los numerosos habitantes de Filipinas que han sufrido el
último desastre. Que Dios Nuestro Señor les ayude a todos y, aunque sea difícil
de entender, que este trágico suceso sirva para reflexionar y aumentar nuestra
fe.
Durante el tiempo que comparta con ustedes, este humilde pregonero pondrá todos
los medios a su alcance para dedicar su mejor canto al Niño Dios, verdadero
protagonista de las Fiestas Navideñas, por mucho que alguien se interponga,
llámese Papá Noel, Santa Claus o cualquier otro personaje. Coincide en este
empeño con cientos de belenistas canarios que, al amparo de su Asociación,
están recuperando el arte tradicional del Portal de Belén.
Por supuesto, yo también me considero belenista. Y no porque en mi niñez me
dedicaba a montar el pequeño belén en cualquier lugar o esquinita de mi casa,
plantaba alpiste, iba en pandilla a buscar la hierba humedecida llamada musgo
y aprovechaba la platina de los
primeros paquetes de cigarrillos de los pudientes para simular el agua del río.
Me considero mucho más belenista por mi afición teatral, con mucho respeto,
por supuesto, a los que elaboran extraordinarios belenes. Lo afirmo por ser un
humilde autor y director de belenes vivientes en escenarios naturales.
Me permito apoyar mi pretensión en haber intervenido, como arreglista y realizador, en la escenificación
de una manifestación teatral dedicada al Niño Dios en Gáldar, el “Auto de los
Reyes Magos”, que el Gobierno de Canarias ha declarado de interés regional
manifestando que nadie duda de su
carácter inmemorial y sea uno u otro camino por el cual esta tradición
centenaria sigue representándose en la Real Ciudad de Gáldar, lo cierto es que
en su persistencia y embellecimiento, en la riqueza que se le ha ido sumando,
el Grupo de Teatro Ajódar, tiene en los últimos decenios contraída una responsabilidad
autoimpuesta que tan sólo se explica por el amor y el entusiasmo que sus
componentes han volcado en la salvaguarda de una de nuestras más acrisoladas
tradiciones…
Ésta fue la justa recompensa a cientos y cientos de integrantes del grupo
teatral mencionado y a muchos colectivos
socioculturales que, unidos todos y de manera totalmente altruista,
llevaron a cabo la representación durante quince años ininterrumpidos.
En nombre de todos los que entonces
colaboraron conmigo, y con el beneplácito de ustedes, quiero dedicar un
recuerdo a determinadas personas que, apenas llegadas a este mundo,
representaron al Niño Jesús. Y, por supuesto, a sus familias que así lo
permitieron.
Quiero traerles esta noche un mensaje de amor, de paz, de felicidad y -lo
que es más importante- de solidaridad, porque entiendo que este último término
abarca todo el amor que nos desea San Juan en la segunda de sus cartas cuando
nos dice:
Así Dios nos manifestó su amor:
envió a su Hijo único al mundo,
para que tuviéramos Vida por medio de él.
envió a su Hijo único al mundo,
para que tuviéramos Vida por medio de él.
Por todo ello, y
como hombre de teatro, quería traerles una reflexión acorde con mi afición.
Comentando esto con uno de mis yernos, Walter, me dijo:
La navidad es el amor expresado, no el atrezo de una
fiesta
Esta frase nos llevó a un buen rato de conversación. Les hago partícipes de
lo que concluimos. Intentemos olvidarnos
del conjunto de adornos en que se ha convertido la Navidad, o mejor, no le demos tanta importancia.
Tengamos la valentía de sacarle más partido a la expresión del amor que nos
trajo Jesucristo cuando vino entre nosotros. Abracemos del modo más decidido el
verdadero significado de la Navidad, que como todos sabemos es la Natividad de
Nuestro Señor Jesucristo.
Por eso no debemos olvidarnos en ningún momento de lo más esencial del
mensaje que nos trajo en su nacimiento. Me refiero a la obligación que tenemos
todos de convivir juntos, de compartir, de ayudarnos, de amarnos.
Como padre de una amplia familia, he vivido en más de una ocasión el
alcance más profundo del amor. Cuando una de mis hijas, cualquiera de ellas, me
plantea algún problema que en principio parece que no tiene solución, con
decirle “Tranquila, hija, tranquila, yo estoy aquí” noto el amor en sus ojos.
Otro tanto sucede con su madre, mi mujer.
En consecuencia, quiero referirme en especial al voluntariado. Mucho se ha
hablado del mismo. Muchos significados preciosos se han atribuido a esta
actividad. En no pocas ocasiones, se ha convertido en simple oportunidad de
aparentar, que se quedan en nada a la hora de la verdad. Lo digo por
experiencia propia, puesto que tanto mi mujer, Juana Molina Vega, como quien
les habla, somos humildes voluntarios de nuestra parroquia en Gáldar. Vemos de
cerca, y muy frecuentemente, múltiples ejemplos de entrega incondicional. Son
personas dignas del mayor reconocimiento posible, no sólo porque la situación
actual hace que parezcan más necesarias, si bien las circunstancia adversas que
todos padecemos nos recuerdan que existen muchas áreas que esperan nuestro
compromiso.
Debemos tener la humildad de acudir a donde podemos ser más útiles, y no a donde podamos darnos a conocer
como voluntarios.
Lo digo especialmente por los que colaboramos en centros de reparto de
alimentos o en comedores sociales, porque allí se necesita mucha capacidad y
mucho amor para poder lograr una obra de caridad en lugar de algo totalmente
opuesto. Debe tenerse en cuenta, pues en muchos casos, sin pretenderlo, es
posible causar un verdadero mal. Son bastantes las ocasiones en que, atendiendo
al prójimo, caemos en la despersonalización, que nos lleva a desconfiar de todo
el mundo.
Las conversaciones con nuestros semejantes necesitados nos revelan, con
frecuencia, cómo a la impotencia por tener que acudir a un centro asistencial
se añade el dolor de no recibir siempre un trato mínimamente humano.
De ningún modo cabe pensar que nuestra obligación concluye facilitando un
desayuno o una bolsita de comida o informando dónde encontrar a los asistentes
sociales de los Ayuntamientos. Al menos hemos de acompañarles en sus gestiones
en las oficinas públicas, con el fin de que puedan aprovechar debidamente las
posibilidades que se les ofrecen; todos sabemos que un buen “mediador” facilita
por igual la tarea del funcionario y los pasos que debe dar el usuario.
Una de las frases más comunes en el terreno de la solidaridad es
especialmente escueta y contundente: entre todos. Se está generalizando gracias
a un magnífico programa televisivo que emite todas las tardes la Primera
Cadena, del que somos fieles seguidores todos los de mi casa. Poniéndonos ante
la vista una extraordinaria cantidad de casos de necesidad acuciante, nos
sugiere a la mayor parte de nosotros que deberíamos estar dando gracias a Dios
cada día y a cada hora. Pero no se limita a esto, sino que nos plantea
excelentes ideas para ayudarnos unos a otros por medio de unas “redes
familiares” fáciles de crear. Sin duda alguna, aquí está presente el amor. No
olvidemos que su significado académico es el sentimiento de afecto, inclinación y entrega a
alguien o algo.
Una destacada
poetisa del Norte grancanario, María Celestina Molina Díaz, de quien he
recogido varias sugerencias en este trabajo,
ha atendido mi solicitud de una definición del amor de una forma muy
breve:
Cuatro letras,
nada cuestan,
dichas de
corazón,
Amor.
Me atrevo a
proponer una experiencia que, seguramente, ya conocen muchos de los que me
escuchan. No es otra que la de sentarse a desayunar o almorzar con un
necesitado. Resulta sumamente interesante. San Lucas recoge lo que Jesús dijo a
un fariseo que le había invitado: “Cuando
des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y
quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y
ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los
justos”
El Papa
Francisco asume el contenido de estas palabras cuando nos dice que debemos mirar a los ojos a los pobres, puesto
que el cristiano no es uno al que
se llena la boca con los pobres, sino uno que los encuentra, que los mira a los
ojos, que los toca.
Todos estamos
llamados a ser pobres, prosigue, a despojarnos de nosotros
mismos. Y por eso debemos aprender a estar con los pobres, a compartir con quien
está privado de lo necesario, a tocar la carne de Cristo...
Si queremos ser cristianos no hay otro camino. No
podemos hacer cristianismo sin Jesús, sin cruz, sin despojarnos, porque si no
seremos cristianos de pastelería, dulces, bonitos, pero no cristianos de
verdad.
Estas hermosas
palabras las pronunció el pontífice el día que almorzó en el comedor de Cáritas
en Asís, compartiendo la mesa con cincuenta y cuatro necesitados. En la misma
jornada nos recordó muy oportunamente:
Los hombres y mujeres de Iglesia que son arribistas,
escaladores, que "usan" el pueblo, la Iglesia, los hermanos y
hermanas - a los que deberían servir- como trampolín para sus propios intereses
y ambiciones personales, hacen un daño grande a la Iglesia.
Son afirmaciones
que deberían tener en cuenta quienes proponen que se suprima la asignación a la
Iglesia en las declaraciones de la renta tomando como pretexto ciertas
conductas individuales. O al menos, deberían escuchar la sabiduría popular:
“Los hay tan malos que parece que todos son malos”.
Quiero que
hablemos ahora de otra clase de voluntariado. Ya sabemos que este término
comprende un sentido muy extenso.
Se trabaja como
voluntario en los colectivos socioculturales, las asociaciones vecinales, los
grupos de teatro (como el mío), las agrupaciones musicales, deportivas,
literarias, etc. Es la labor de rescatar y conservar nuestras tradiciones,
fundamentales en la historia de cada pueblo.
Es el campo en
el que se mueven los belenistas. ¡Cuántos belenistas tenemos! Gracias a la encomiable labor de la joven
Asociación de Belenistas Canarios San Juan de Dios se está conociendo el mérito
de muchas personas que, hasta la fecha, han trabajado en la oscuridad. La
costumbre que ha establecido de dar a conocer cada año los nombres y las obras
de algunos de tales artistas merecen los mayores elogios.
Quiero
contribuir modestamente a esta valoración. Voy a hacerlo evocando a uno de
estos grandes autores, (Cuando invitaba a uno de sus hijos, le decía que,
entendía como “un pecado mortal” el que hoy estuviera narrándoles este pregón y
su familia no estuviese presente), mi gran amigo Jorge Lorenzo Rivero, de quien
recibí el ejemplo que unía la sensibilidad artística con la más alta entrega en
favor de los demás, demostrado en múltiples ocasiones de colaboración.
No hace falta
recordar que entramos en las fiestas de Navidad y que, como pregonero, debo
anunciarles los actos que prepara la Asociación que me ha nombrado. Me es
materialmente imposible mencionarlos todos, por lo que me remito al programa.
No obstante, he de destacar los que van a servir para consolidar aún más a la
sociedad belenista, que se traducen este año en cuatro nuevos encargos que
quedarán instalados, en el vestíbulo principal del Hotel Santa Catalina, en la
Fundación Mapfre Guanarteme, en el vestíbulo del Hospital Universitario de Gran
Canaria Doctor Negrín y en la sala de exposiciones de esta Casa de Colón, donde
llevará el título de “El nacimiento en África”. No será posible, en cambio,
ubicar el que se hallaba previsto en la Casa de la Iglesia, debido a
compromisos adquiridos para dicho emplazamiento; estamos convencidos de que el
próximo año, Dios mediante, cumpliremos el propósito.
¡Estamos en
Navidad! Y hablar de Navidad, nos lleva
inexcusablemente a los villancicos. Nada mejor que acudir al compuesto por uno
de nuestros primeros pregoneros, Chano Sosa, un bello himno dedicado a la
Navidad que obtuvo el máximo galardón en el Primer Certamen de Villancicos
Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en 1974, y que ha sido orquestado por una
de las mejores musicólogas de nuestra nación, Matilde Salvador, directora del
Conservatorio de Valencia.
Les ruego que
nos situemos por unos segundos en la noche del día 24 del próximo mes de
diciembre: ha nacido Jesús. Les ruego que me acompañen cantando para Él.
Din dan, din
dan, din dan…
Hoy
repican las campanas
una
a una y dos a dos,
que en la Ciudad de
Las Palmas
ha
nacido el Niño-Dios.
Míralo qué
pequeñito
y
reluce como un sol;
su
cara parece un cielo
y
sus ojos un primor.
De
nácar son sus mejillas,
de
coral su corazón.
Y
siempre está sonriendo
con
su sonrisa de amor.
Din
dan, din dan, din dan…
Hoy repican
las campanas
una
a una y dos a dos,
que
en la Ciudad de Las Palmas
ha
nacido el Niño-Dios
Hay panderos
y timplillos
en
toda la población
De
San Cristóbal le traen
sardinas
y un caracol.
De
la Isleta y el Refugio
un
barco con su timón.
De
Shamánn y Escaleritas
azúcar,
miel y turrón.
Din dan, din dan, din dan
Hoy
repican las campanas
una
a una y dos a dos,
que
en la Ciudad de Las Palmas
ha
nacido el Niño-Dios.
¡Feliz
Navidad! ¡Muchas felicidades a todos!
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